domingo, 13 de agosto de 2017

Los dos lados de los alimentos transgénicos.

¿Qué ARGUMENTOS A FAVOR Y EN CONTRA EXISTEN SOBRE LA INCIDENCIA DEL MEJORAMIENTO GENÉTICO EN LA PERDIDA O EL DOSTENIMIENTO DE LA BIODIERSIDAD?



En contra:


Casi veinte años de cultivos transgénicos ¿Qué nos han dado?

Al contrario de lo que prometían las empresas, la realidad de los cultivos transgénicos, basada en las estadísticas oficiales de Estados Unidos –el mayor productor de cultivos transgénicos a nivel global– muestran que éstos han tenido menor productividad por hectárea que las semillas que ya estaban en el mercado, pero han significado un aumento exponencial en el uso de agrotóxicos. (Benbrook, 2012; Gurian-Sherman, 2009).
Esto se tradujo además en fuertes impactos negativos tanto en salud pública[1] como en el medio ambiente en todos los países donde se han cultivado a gran escala. Los cultivos transgénicos han sido un instrumento clave para facilitar la mayor concentración corporativa de la historia de la alimentación y la agricultura.
Seis empresas transnacionales controlan el total de los transgénicos sembrados comercialmente en el mundo. Las mismas seis son los mayores fabricantes globales de agroquímicos, lo cual explica que el 85% de los transgénicos sean cultivos manipulados para resistir grandes dosis de herbicidas y plaguicidas, ya que este es el rubro que les deja mayores ganancias. (ETC Group, 2013b).

¿Han servido para aliviar el hambre en el mundo?

No. Además, producto del avance de la industrialización de la cadena alimentaria a manos de las corporaciones de agronegocios, desde 1996, año en que se comienzan a sembrar transgénicos, aumentó la cantidad de personas malnutridas y obesas, fenómeno que ahora es sinónimo de pobreza, no de riqueza. (FAO, 2012; OMS, 2012).
La siembra de transgénicos aceleró el desplazamiento de productores chicos y medianos, empobreciéndolos, al tiempo que sustituyeron gran parte de la mano de obra por maquinaria, aumentando el desempleo rural. Por ejemplo en Argentina, los transgénicos y sus llamados “pools de siembra” llevaron a una verdadera “reforma agraria al revés”, eliminado una gran parte de los establecimientos agrícolas pequeños y medianos. Según los censos de 1988 y 2002 en esos años desaparecieron 87 000 establecimientos, de los cuales 75 293 eran menores de 200 hectáreas, proceso que continúa con la misma tendencia. (Teubal, 2006). La secuela es que en la actualidad, el 80% de la superficie cultivada está arrendada por 4 000 fondos de inversión: no se trata de un modelo para alimentar, es una plataforma agrícola para especular.

Han agravado los problemas para las bases de supervivencia del planeta.

En el mismo período en que se comenzaron a sembrar cultivos transgénicos, se agudizó seriamente la crisis climática y se agravaron ocho de los nueve problemas ambientales más graves del planeta definidos por el Stockholm Resilience Center como los “límites planetarios” que no podemos transgredir si queremos que La Tierra sobreviva. Siete de ellos: el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la acidificación de los océanos, la contaminación y agotamiento del agua dulce, la erosión de suelos, la excesiva cantidad de fósforo y nitrógeno vertidos a mares y suelos y la contaminación química, están directamente relacionados con el sistema industrial corporativo de producción de alimentos, en el cual los transgénicos son su paradigma central. (Rockström, 2009; ETC Group, 2013a, GRAIN, 2011).

¿Necesitamos cultivos transgénicos?

Una gran diversidad de sistemas alimentarios campesinos y de pequeña escala son los que actualmente alimentan al 70 % de la población mundial: 30-50 % de esa cifra lo aportan parcelas agrícolas pequeñas, las huertas urbanas entre el 15 y el 20 %, la pesca artesanal un 5-10 % y la caza y recolección silvestre un 10-15 %. (ETC Group, 2013a). Es una producción de alimentos más saludable, en su gran mayoría libre de agrotóxicos y transgénicos. Los alimentos del sistema alimentario agroindustrial, por el contrario, sólo llegan al 30 % de la población, pero usan el 75-80 % de la tierra arable y el 70 % del agua y combustibles de uso agrícola. (GRAIN, 2014). De la cosecha a los hogares, el 50 % de los alimentos de la cadena industrial van a parar a la basura.
Para alimentar al mundo no se necesitan cultivos uniformes, de alta tecnología y alto riesgo, en sistemas industriales. Se necesita una diversidad de semillas, en manos de millones de campesinos y productores pequeños y medianos. El avance de las corporaciones de agronegocios, con transgénicos y agrotóxicos, amenaza gravemente esta opción, que es la que ya alimenta a los más pobres y a la mayoría de la humanidad.



A favor:


Si bien el proceso de creación de alimentos transgénicos puede acarrear varios efectos secundarios, no sólo en la salud de las personas, sino también en los especímenes utilizados para el procedimiento, hay que reconocer que aportan ciertos beneficios que han permitido que la investigación para la mejora de estos productos continúe.
Beneficios de los alimentos transgénicos
Algunos de los beneficios de los alimentos transgénicos, entre otros, son:
·         Alimentos con mejores y más cantidad de nutrientes.
·         Mejor sabor en los productos creados.
·         Mejor adaptación de las plantas a condiciones de vida más deplorables.
·         Aumento en la producción de los alimentos con un sustancial ahorro de recursos.
·         Aceleración en el crecimiento de las plantas y animales.
·         Mejores características de los alimentos producidos a la hora de cocinarse.

·         Capacidad de los alimentos para utilizarse como medicamentos o vacunas para la prevención y el tratamiento de enfermedades.



miércoles, 9 de agosto de 2017

Los transgénicos en la actualidad.

¿QUE ARGUMENTOS A FAVOR Y EN CONTRA EXISTEN SOBRE LA TOXICIDAD, LAS ALERGIAS, LA RESISTENCIA  ENFERMEDADES, LA RECOMBINACIÓN DE BACTERIAS, ENTRE OTROS RIESGOS ATRIBUIDOS A LOS TRANSGÉNICOS?


Se ha discutido el posible efecto como alérgenos de los derivados de alimentos transformados genéticamente; incluso, se ha sugerido su toxicidad. El concepto que recae en ambos casos difiere: en el primero, una sustancia inofensiva podría dar lugar a la aparición de reacciones alérgicas en algunos individuos sensibles, mientras que en el segundo su efecto venenoso sería generalizado. Un estudio de gran intensidad al respecto fue publicado por Exwen y Pustzai en 1999. En él se indicaba que el intestino de ratas alimentadas con patatas genéticamente modificadas (expresando una aglutinina de Galanthus nivalis, que es una lectina) resultaba dañado severamente. No obstante, este estudio fue fuertemente criticado por varios investigadores por fallos en el diseño experimental y en el manejo de los datos. Por ejemplo, se incluyeron pocos animales en cada grupo experimental (lo que da lugar a una gran duda en las estadísticas), y no se analizó la composición química con precisión de las distintas variedades de patata empleadas, ni se incluyeron controles en los experimentos y finalmente, el análisis estadístico de los resultados era incorrecto.​ Estas críticas fueron rápidas: la comunidad científica respondió el mismo año recalcando los fallos del artículo; además, también se censuró a los autores la búsqueda de celebridad y la publicidad en medios periodísticos.

En cuanto a la evaluación de toxicidad de los alimentos transgénicos, los resultados obtenidos por los científicos son contradictorios. Uno de los objetivos de estos trabajos es comprobar la pauta de función hepática, pues en este órgano se produce la detoxificación de sustancias en el organismo. Un estudio en un ratón alimentado con soja resistente a glifosato encontró diferencias en la actividad celular de los hepatocitos, sugiriendo una modificación de la actividad metabólica al consumir transgénicos.​ Estos estudios basados en ratones y soja fueron verificados en cuanto a actividad pancreática y testículo. No obstante, otros científicos critican estos hallazgos debido a que no tuvieron en cuenta el método de cultivo, recolección y composición nutricional de la soja empleada; por ejemplo, la línea empleada era genéticamente bastante estable y fue cultivada en las mismas condiciones en el estudio de hepatocitos y páncreas, por lo que un elemento externo distinto del gen de resistencia al glifosato podría haber provocado su comportamiento al ser ingerido. Más aun, el contenido en isoflavonas de la variedad transgénica puede explicar parte de las modificaciones descritas en el intestino de la rata, y este elemento no se tuvo en cuenta puesto que ni se midió en el control ni en la variedad transgénica.​ Otros estudios independientes directamente no encontraron efecto alguno en el desarrollo testicular de ratones alimentados con soja resistente a glifosato​ o maíz Bt.




Los alimentos transgénicos, pueden traer beneficios adicionales al tamaño o a la resistencia contra insectos, condiciones climáticas, entre otros ejemlos. Como el jemplo siguiente: Aunque su finalidad era obtener un maíz resistente a un insecto que perfora la caña del maíz, conocido como ‘taladro’, el Mon-810 de la multinacional Monsanto ha resultado beneficiosa para los consumidores. “Tienen menos concentración de fumonisinas, micotoxinas producidas por un hongo de la especie ‘fusarium’, que infecta la planta por la ‘herida’ que deja el insecto al morderla”, afirma Renobales.
Estas sustancias son cancerígenas e impiden la absorción del ácido fólico que previene malformaciones del sistema nervioso del feto. Una persona que ingiera una dieta alta en maíz o sus productos derivados, como es el caso de las personas celíacas, puede tener una concentración más alta de estas micotoxinas.

Otro ejemplo es un arroz dorado que acumula betacaroteno, que el organismo convierte en vitamina A, que ha sido pensado para la población del sudeste asiático y del África subsahariana. “El déficit de vitamina A causa la ceguera a más 450.000 niños menores de 5 años anualmente”, asegura Renobales. Creado hace 15 años, este arroz dorado no se ha llegado a comercializar. “Hay muchas otras formas de suplir las carencias de nutrientes”, refuta Luis Ferreirim, responsable de campaña de agricultura de Greenpeace en España. Lo que se invierte en este tipo de desarrollo, como el del arroz dorado, debería emplearse para una agricultura sostenible y ecológica respetable con el medioambiente y sana para las personas. En muchos países de África se buscan soluciones que garanticen alimentos a largo plazo, con técnicas que aportan nutrientes a la tierra y que suplen carencias de proteínas vegetales de la población.